1- ¿Qué es
un signo saludable y un signo doble?
El signo saludable, según Barthes,
es el
que llama la atención sobre su propia arbitrariedad, que no quiere hacerse pasar
por "natural" sino que, en el preciso momento de transmitir un
significado, comunica también algo de su propia condición relativa, artificial. Se opone al signo
realista. Es artificioso. Es muy abierto, puede tener más de dos
significaciones.
Por
otro lado, el signo doble es parecido al saludable.
Un significante tiene posibilidad de dos significaciones solamente (por
ejemplo, ironía). Hace señales dirigidas a su propia existencia material a la
vez que transmite un significado.
2.- ¿Qué es un texto escribible?
Es un texto
en potencia, el lector participa en la creación misma, es leer como si se
escribiera. Está en potencia la escritura, porque se realiza por el lector al
leer. El texto escribible carece de significado
preciso y de "significados" (participio pasivo) fijos, está compuesto
de varios elementos difusos, constituye un tejido inagotable o una galaxia de significantes,
una tela inconsútil de códigos y fragmentos de códigos, a través de los cuales
el crítico puede abrir su propia brecha aventurera. No hay principio ni fin, ni
secuencias que no puedan dar marcha atrás, ni jerarquía de "niveles"
textuales que nos indiquen lo que es más significativo o menos.
3.- ¿Cuál es el grado cero de la
escritura?
El grado cero,
también concepto de Barthes, es ese punto en que la escritura se libera de la
contaminación del significado social, ya sea insistiendo en la pureza del silencio o bien
buscando una austera neutralidad.
4.- ¿Cuál es el último terreno que queda
al placer del significante?
El último
terreno sería el hecho de escribir o leer-como-si-se-escribiera, es en este
punto donde el intelectual podría esparcirse, de modo que el significado estructural podría quedar rota y dislocada por el libre juego del lenguaje, y el sujeto,
es decir, el escribir/leer, quedaría libre de la camisa de
fuerza de una única identidad para pasar a un yo arrobadoramente amplio.
5.- ¿Cuál
es la relación entre el post-estructuralismo y el compromiso político?
Existe una
estrecha relación debido a que, por una parte, el post-estructuralismo fue producto de la mezcla de euforia y desilusión,
liberación y disipación, carnaval y catástrofe de 1968 (con los movimientos
estudiantiles). Los post-estructuralistas se dieron cuenta de que era posible
subvertir la estructura del lenguaje, aunque no así las estructuras de poder. Las
únicas formas de acción política aceptables eran del tipo local, difuso y
estratégico labor con los prisioneros y otros grupos sociales marginados, proyectos
particulares en lo relativo a la cultura y la educación. Para muchos
postestructuralistas, el peor error consistía en creer que esos proyectos locales
y esos compromisos particulares deberían reunirse en el seno de una comprensión
total del funcionamiento del monopolio capitalista, el cual podía ser tan
opresivamente total como el mismísimo sistema al que se oponía. El poder se
encontraba en todas partes, era una fuerza fluida, mercurial, que se infiltraba
por todos los poros de la sociedad, pero que, como los textos literarios, carecía
de centro. No se podía combatir la “totalidad del sistema” porque la
"totalidad del sistema" no existía.
6.- ¿Cuáles son los argumentos de
Eagleton contra los post-estructuralistas?
Entre estos
argumentos están el hecho de que se podía
intervenir en la vida social y política en el punto que se deseara —como Barthes
pudo desmenuzar S/Z para obtener códigos de juego arbitrarios—. No se aclaraba
del todo como podría saberse que no existía
esa “totalidad del sistema”, dado que los conceptos generales eran tabúes,
tampoco quedaba claro que ese punto de vista resultase ser igualmente viable en
París y en otras partes del mundo. Otro punto está en que el postestructuralismo
se convirtió en un recurso conveniente para evadir completamente cuestiones
políticas. Las obras de Derrida y algunos otros han proyectado dudas de fondo
sobre las ideas clásicas acerca de la verdad, la realidad, el significado y el
conocimiento, podía demostrarse que todo ello se apoyaba en una ingenua teoría representacional
del lenguaje. Si el significado —lo significado— era un
producto pasajero de las palabras o de los significantes, siempre cambiante e
inestable, en parte presente y en parte ausente, ¿cómo podía haber, en la forma
que fuese, una verdad determinada, un significado determinado? Si nuestro
discurso construía la realidad en vez de reflejarla, ¿cómo podríamos conocer la
verdad en sí misma en vez de sólo conocer nuestro propio discurso? ¿Todo hablar
se reducía a hablar sobre nuestro hablar? ¿Tenía sentido afirmar que una
interpretación de la realidad, de la historia o de un texto literario era
"mejor" que otra? La hermenéutica se había dedicado a comprender condescendientemente
el significado del pasado, pero, ¿en verdad existía un pasado que se pudiera
conocer, excepto como mera función del discurso presente?
También
argumenta que la opinión según la cual el aspecto más
significativo de cualquier texto consiste en que no sabe de qué está hablando,
suena a cansada resignación ante la imposibilidad de la verdad, lo cual por
ningún concepto es ajeno a la desilusión histórica posterior a 1968.
Incluso habla
sobre la escuela de Yale y dice que las
ambigüedades textuales de los críticos de Yale difieren de las ambivalencias
poéticas de la Nueva Crítica. Leer no consiste en fundir dos significados diferentes
pero determinados, como opinaban los seguidores de la Nueva Crítica. Leer es
quedarse en la corta distancia que media entre dos significados, los cuales no
se pueden ni conciliar ni rechazar. En esta forma la crítica literaria se
convierte en un asunto irónico y poco seguro, en una aventura desconcertante
hacia el vacío interior del texto que pone de manifiesto el carácter ilusorio
del significado, la imposibilidad de la verdad y las argucias engañosas de todo
discurso. En otro sentido, empero, esta desconstrucción anglonorteamericana no
es otra cosa que el retorno del antiguo formalismo de la Nueva Crítica.
7.-
Busca un texto que ejemplifique el signo saludable y el signo doble.
El ejemplo de
signo saludable sería El rapto de
Lindbergh, de Leopoldo María Panero: “Al amanecer los niños montaron en sus
triciclos y nunca regresaron”. En este pequeño texto, se pueden observar más de
dos significados. Uno podría partir del hecho real del secuestro y asesinato
del hijo del aviador Charles Lindbergh. Sin embargo, al notar esa pluralidad de
las oraciones, se observa el caso de los dos hombres que decían ser el hijo
secuestrado de Lindbergh. Así, los significados en el texto serían un
secuestro, un posible asesinato que queda en duda y que responde a la polémica
del caso. Además, se puede pensar en el sentido de crítica al sistema judicial,
y al mismo FBI, e incluso, hacia los “dos hijos” y el interés económico detrás
del secuestro. También, fuera del caso del secuestro y asesinato, puede tratarse
de un texto independiente, a la manera del mini-cuento, donde los niños
representen algo diferente (la inocencia, por ejemplo), los triciclos, el
movimiento, la madurez, el paso del tiempo, y ese “no regreso” una forma de la inocencia
perdida y sin retorno.
Como ejemplo
de signo doble propongo el poema Bonaparte
de Hölderin, ya que responde tanto a la figura heroica que el autor veía en
Bonaparte, y también dirige el poema hacia la comparación del héroe con el
poeta desde una voz casi panegírica.
Los
poetas son ánforas sagradas
que
guardan el vino de la vida,
el
alma de los héroes.
Pero
el alma impetuosa
de
este joven, ¿no romperá el ánfora
que quiera contenerla?
Déjelo intacto el poeta
como al espíritu de la Naturaleza:
en semejante tema
el maestro es tan sólo el aprendiz.
Él no vive ni perdura en el poema:
vive y dura en el mundo.
Referencias bibliográficas
- -Eagleton, Terry. (1998). Una introducción a la teoría literaria. México:
FCE, 138 p.
- -Hölderlin, Friedrich. (1997).
Poesía completa. Edición bilingüe.
Barcelona: Colección de Poesía Río Nuevo, 461 p.
- -Panero, Leopoldo María. (2010).
Poesía completa (1970-2000). Edición
de Túa Blesa. España: Visor Libros, 587 p.